Ya os dije que algún día os contaría como empecé con esto de los abalorios. Durante un rato me convertiré en cuenta cuentos. Érase una vez una muchachita a la que le encantaban Coldplay y los viajes. Así que cuando se enteró que su grupo favorito daba un concierto en Lisboa, no dudó en ir hasta allí para verlos. Hacía tiempo que tenía ganas de hacer una escapadita con su marido y Lisboa era el destino perfecto: ciudad desconocida para los dos, encantadora según contaban todos los que la conocían, cercana (había una niña de año y medio que se quedaba a cargo de sus abuelos y tampoco era cuestión de abusar!).... Lo que no sabía Macarena, que así se llamaba la protagonista de nuestro cuento, es que este viaje otoñal (viajar en noviembre es una auténtica delicia) iba a resultar revelador en muchos sentidos: confirmó su idilio con Coldplay, le descubrió una ciudad absolutamente maravillosa, la puso tras la pista de Intermon Oxfam (de mi relación con esta ONG hablaré otro día) y sobre todo la inició en el mundo de los abalorios.
A partir de aquí os contaré la historia en primera persona. A mi siempre me ha gustado eso de hacer manualidades y durante muchos años fui una asidua del punto de cruz, así que cuando vi junto a nuestro hotel en Lisboa una tiendecita en la que vendían todo tipo de cosas para hacer abalorios, entrar en ella y comprar algo se convirtió en uno de los objetivos de mi viaje. Entre tanta cuenta, hilos, cordones de ante, cuero, seda, alambres, terciopelos...estaba realmente abrumada. Acabé comprando un juego de alicates (que todavía conservo y con los que trabajo habitualmente) y algunas cosillas para hacer un collar para mi madre (todavía se lo pone) y algo para mí. Cuando volví a Jerez me rondaba la idea de seguir haciendo cosas, sobre todo porque por aquel entonces (noviembre de 2005) estaba sin trabajo y dedicada al cuidado de mi hija Claudia. Pero la niña había empezado a ir a la guardería y yo tenía cada vez más tiempo para mi y mis cosas. Me apunté a una especie de taller de manualidades en el que se hacía un poco de todo y me dio por hacer cerámica. Me elaboraba mis propias cuentas y con los cordones que había comprado en Lisboa hice mis primeros collares. Ahora me da hasta un poco de vergüenza cuando los veo...pero siempre serán los primeros. En este punto de la historia empecé a trabajar de nuevo (en mi trabajo actual), me quedé embarazada y dejé el taller y algunas otras cosas que tenía entre manos. Aún asi necesitaba canalizar mi creatividad y en mis ratos libres seguía haciendo cosas con materiales que compraba por internet o encontraba en distintos sitios.
Y colorín colorado este cuento....no se ha acabado, porque han pasado tres años y sigo inmersa en mis experimentos con bolas facetadas, nácares, ojo de gato, fieltro....lo necesito, me da equilibrio y muchas satisfacciones, que ahora espero compartir con gente más allá de mi círculo más inmediato.
Para acabar, mi pequeño homenaje a Lisboa para que a los que la conoceis os entren ganas de volver y a los que no hayais ido os entren ganas de conocerla. Me encantan los fados. Es una música que te da calorcito cuando te encuentras en según que estados de ánimo. Para mi es una delicia escuchar a Dulce Pontes, Mariza o Katia Guerreiro los días de lluvia (que asi son mas llevaderos). Y para muestra un botón.
martes, 4 de noviembre de 2008
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