A mis niños de 30 (40) años.

Siempre es bueno que haya niños. Un cumpleaños infantil. Una excusa. Padres que permanecen atentos a la merienda de sus hijos, no vaya a ser que el niño "no me coma". O quizás, padres que con disimulo miran a los niños esperando que se levanten de la mesa habiendo merendado casi nada...para merendarse ellos casi todo. "Es que ya están hartos, no quieren más". Reencuentros. Recuerdos. Sabores. Lo confieso, siempre aprovecho los cumpleaños de mis hijos para disfrutar de pequeños placeres desterrados, que no olvidados, de las dietas saludables recomendadas. "Un día, es un día". "A los niños les encantan". "Mañana empiezo la dieta"...¿a quién queremos engañar, queridos adultos míos?. Nos pueden las ganas de coger un puñado de gusanitos naranjas, un phoskito y un pastelito con glaseado rosa chicle. Todo 100% natural.



Este fin de semana hemos estado de cumpleaños (los virus impidieron la celebración en su momento). Es inevitable. Una vez más ha funcionado la memoria sensorial.Esa que nos lleva a saborear sin probar. Y la nostalgia, que hizo que cargara de recuerdos el carrito de la compra para el cumple.

La misma nostalgia que me llevó el otro día a recordar las tardes mojando galletas en tazones de chocolate. Galletas María, surtido Cuétara, meganapolitanas, Príncipe, bizcochos y rosquillas espolvoreadas con azúcar, galletas de coco... Ñam, ñam...galletas!.Galletas y más galletas en la cabeza!!!!!.



Para que veáis que siempre digo la verdad. Tarde de galletas mojadas en chocolate... y mantel de cuadros.



Que conste. En el 71 Karina cantaba, las María Fontaneda y el Cola Cao alegraban los desayunos y meriendas de los niños españoles, pero yo... todavía no había nacido.