lunes, 6 de septiembre de 2010

Y fueron felices...

A mi "joven decadente", que el secreto, como tú y yo sabemos, está en unas buenas ostras o en una croqueta de puchero. Al final eso es lo de menos, o lo de más. Porque aunque hay días que no, hay otros que sí. Paciencia.

Hay quien dice que no existe. Que es frágil. Que sólo se puede rozar. Que hay que bebérsela a sorbos mientras dure porque la copa está casi siempre más vacía que llena. Alguien muy especial me invitó a confensarme una vez más delante de todos vosotros y a contar mis momentos felices, porque en eso si que coincidimos ella y yo, la felicidad completa es prácticamente imposible, pero el escalofrío de algo muy parecido si que se puede sentir y sobre todo buscar.

Soy quejica por naturaleza y mis estados de ánimo pasan por todos los colores de la paleta, según el día, según las circunstancias, según la compañía y hasta según las hormonas, que al final todo (o casi todo) es pura química. Afortunadamente también soy capaz de darme cuenta de que a pesar de las subidas y bajadas de lo que yo llamo mi línea base, tengo motivos para sentirme afortunada, muy afortunada, y ser feliz. Y cuando caigo en ese aparente estado de "insatisfacción" que no me deja ver las cosas buenas que me rodean me riño a mi misma, recapitulo y pienso en las cosas que tengo y que me hacen feliz.

1.Los ratos con amigos, en buena sintonía. Una cena, una copa, una tarde de charla, una conversación telefónica... compartiendo reflexiones, cosas que son importantes para nosotros y risas muchas risas. Es muy bonito saber que nos tenemos y que hay momentos en que todo encaja por muy complicado que sea el puzzle. Cuando eso pasa me inunda una sensación de alegría inmensa.

2.El momento “disfrute usted de sus sábanas de algodón recién puestas”. Si es verano, tumbada en la cama, boca abajo, con los brazos y las piernas extendidos, como el hombre de Vitrubio de Leonardo. Si es invierno, sintiendo el peso de las mantas que me aplastan (no lo puedo evitar, me encanta dormir con peso). Me podéis llamar viejuna y antigua pero donde se ponga una sábana bien planchada,100% algodón a ser posible de la viuda de Tolrá...Es lo que pasa cuando se tiene una madre que se preocupó porque su hija llevará un ajuar de los de antes, cosa que ahora le agradezco infinitamente y valoro cada vez más. Me encanta dormir entre vainicas y puntillas. Sólo hay una cosa que no he conseguido para que ese momento sea de felicidad plena: Recuperar el olor que tenían mis sábanas cuando me metía en la cama de pequeña. No sé si es el suavizante, los jabones con los que mi madre las guardaba en los cajones o algún secreto que no me han contado pero mis sábanas no huelen igual.



3.Las sorpresas. Un regalo, una llamada, un encuentro, un olor, un sabor, un poema, el final de una película…que no me esperaba. Es maravilloso sorprenderse a estas alturas. Y a veces lo que me sorprende no es algo nuevo sino que la sorpresa es reencontrarme con algo que conocía pero que hasta ahora estaba ausente o dormido en la memoria.

4.Una música que me emocione. Por su belleza, por lo que me evoca, por lo que me sugiere, por lo que me acompaña… Música que me trae intimidad, alegría, ganas de hacer cosas, descanso. Hay mucha música en mi vida.

5.La sensación del deber cumplido. Ya lo sabéis, me puede la responsabilidad. Y últimamente me pasa sobre todo con los niños. El día que me acuesto sintiendo que no lo he hecho del todo mal como mamá, es como si me inflaran el corazón de lo contenta que me pongo.

6.El momento Cola-Cao. Frío y con grumos en verano. Bien caliente y disuelto, en invierno. No puedo dejar de contar como mi momento Cola-Cao se ha visto enturbiado alguna vez. En cierta ocasión mi manía por “comerme” los grumos del Cola-Cao me provoco un atoramiento seguido del consiguiente ataque de tos. Al toser sobre el bote de Cola-Cao que todavía no había cerrado, se levantó una nube de cacao que fue a parar directamente a mis ojos. Os aseguro que ha sido uno de los momentos más angustiosos de mi vida. Sin ver, con un picor tremendo en los ojos y tosiendo sin parar…Aún así, sigo sin resistirme a esos grumos que deshacen en la boca en forma de polvo de cacao no disuelto...ummmmmm!.



7.Cuando veo a los míos contentos. Esos momentos son especialmente intensos con los niños (¡qué madre más pesada!). Verlos felices y que me lo digan, y que me “culpen” de su felicidad y me regalen besos y abrazos y te quieros para darme las gracias…uffffff, ¡no hay subidón comparable!.

8.El momento casa limpia-ordenada. La vena marujil, que me sale quiera o no quiera. Y si encima el armario de la plancha está medio vacío (ya he renunciado a no tener algo de ropa por planchar y el día que lo consiga creo que será parecido al top de la felicidad), entonces la sensación se multiplica por diez. De verdad que cuando una tarde me harto de planchar después me siento inmensamente feliz…será por lo del deber cumplido o porque realmente cada uno encuentra su felicidad en las cosas más insospechadas (¡para otros la arruga es bella!). Y no me digaís que no es glorioso el momento en que terminas con el cambio de temporada en los armarios…ufffffff!!!!. Como dice mi marido, a veces da la sensación de que los cambios en casa duran tres meses y se dilatan tanto que se nos juntan unas temporadas con otras. Ese momento de ¡por fin todo está en su sitio! es un momento muy feliz.De todas formas, con dos niños en casa también he aprendido que para ser feliz a veces tengo que hacer la vista gorda con el orden y que es imposible que todo esté en su sitio las 24 horas del día porque ellos (¡y nosotros!) necesitan su espacio.

9.Los momentos de escalofrío por el cuerpo con la escena de una película, la lectura de una poesía, algo que me cuentan...Sentir que soy capaz de sentir me hace muy feliz.

10.Este momento. LLevaba un tiempo luchando contra los elementos para retomar mis paseos internaúticos, el escribir en el blog y el leer los vuestros. Creo que por fin va a poder ser. Disfruto tanto escribiendo y leyéndoos que cada vez que me siento delante del ordenador para hacerlo es un momento de felicidad. Es mi momento. El blog ha tenido sorprendentes y maravillosos "efectos colaterales". Ha supuesto mucho en mi vida. El conocer a gente sin la que ahora ya no sería lo mismo, el aprender todos los días, el tener ratos sólo para mí, el saber que ahí detrás puede haber alguien a quien le interese lo que escribo…y todo esto me ha pillado por sorpresa!. De pronto puedo hacer a la vez muchas cosas que me gustan: Investigar (¡que mira que me gusta!), escribir, conocer, sentirme querida...GRACIAS!. Puestos a confesar, he de decir que cuando la vena internaútica se me desata, ni Enjuto Mojamuto me supera...que me engancho y se me va el tiempo!.




Al final me han quedado muchos momentos de felicidad por contaros...Es lo que os decía, que si me paro un rato me doy cuenta de que no se le puede pedir más a la vida a pesar de las sombras de algunos momentos. No se puede tener todo, pero es que ya tenemos bastante, puede que demasiado.

No voy a nominar a nadie en particular.Todos estáis invitados a hacer vuestro este post y sentiros nominados si os apetece compartir vuestra felicidad.

Qué seáis rabiosamente FELICES...

La viva imagen de la "felicitá" y la evidencia de que la felicidad es frágil...

5 comentarios:

Másdelomismo dijo...

Excelente, Maca, siempre excelente... es una alegría tenerte de nuevo por aquí para aliviar las heridas de tanta mediocridad que nos rodea....

Bienvenida

tienda dolores dijo...

Ensayo sobre la Felicidad...viene bien leerlo cuando uno no esta en su mejor momento jajjaja.Las pequeñas cosas y "esos" momentos, son los mejores.

mer dijo...

De piedra...magníficas palabras nena. Hoy no existen mejores palabras que éstas para mí.

Gracias y se te echaba de menos.

Gudulina dijo...

Pues te deseo que comas muchas perdices.
Muy bonito, si señora.

Rocio dijo...

Me encanta, precioso post Maca - y veo que no soy la única con la manía de las sábanas de la viuda de Tolrá, ji,ji,ji :)
Yo también creo que cuando seamos viejecitas y cerremos los ojos, seráel recuerdo de todas esas "pequeñas" cosas lo que nos calienten el corazoncito.
Un beso